La riqueza minera de México a marcado el destino de algunas de sus ciudades más bellas, entre las cuales se encuentra la laberíntica capital de Guanajuato, un verdadero deleite colonial que fue fundada precisamente al descubrirse las minas de plata que habrían de llenar las arcas del reino español.
No habían pasado más de 30 años después de la Conquista cuando en 1948 se descubrió en Guanajuato una rica veta de plata que corre por los cerros que rodean la ciudad. Entonces los aventureros en busca de fortuna comenzaron a establecerse y, sin fijarse mucho en la cuadratura de las calles, conformaron la laberíntica estructura de esta bella ciudad. Sus fachadas barrocas, altares y casonas son testimonio del auge económico que aquí se vivió.
Una de las minas más ricas de Guanajuato es la del Conde de la Valenciana, que llegó a aportar dos terceras partes de la producción total de la entidad. Se sabe que la riqueza que se extraía de esta mina era tan grande, que su dueño, don Antonio de Obregón y Alcocer, fue nombrado en 1768 conde de La Valenciana, el pueblo más cercano a la bocamina de San Cayetano.
Fue el conde quien, en agradecimiento por la gran riqueza, recibida mandó construir muy cerca un hermoso templo de fachada churrigueresca que es orgullo de los guanajuatenses. De esta legendaria bocamina se llegó a extraer la quinta parte de la producción mundial de oro y plata. Hoy es una de los principales atractivos de Guanajuato y el sitio ideal para llevar un recuerdo de plata de tu visita en esta ciudad que es Patrimonio de la Humanidad.