Se atribuye al ex presidente Lyndon B. Johnson el haber dicho que Gerald Ford era incapaz de caminar y mascar chiclets al mismo tiempo. Tamaña perversidad, perpetrada contra un adversario político, ocurrió en un país donde el chiclets es un símbolo venerado por millones de adeptos.
La materia prima para elaborar la famosa goma de mascar procede del árbol llamado chiclets, común en el Caribe y en Belice, aunque ahora la savia vegetal ha sido reemplazada por elementos sintéticos.
Es sabido que las familias Adams y Wrigley explotaron por su cuenta las bondades del chiclets desde mediados del siglo XIX; la rivalidad entrambas empresas no impidió su expansión por todos los rincones de la tierra, a despecho de cercos ideológicos que en su momento parecían insuperables.
El profesor Hubert Dyasi —miembro del Workshop Center— cree, con razón, que el hábito de mascar hojas de árboles y gomas naturales es tan antiguo como la raza humana; por eso envió a sus colegas datos que también podrían servirles para entender algunos aspectos del uso de la coca en Bolivia.
Les informó, por ejemplo, que los recolectores de chiclets en Belice eran negros libertos que ganaban lo necesario para mantener a sus familias y ahorrar otro tanto con miras a comprar la libertad de muchos de sus hermanos, esclavos entre chiclets silvestres y plantaciones de las empresas Adams y Wrigley.
¿Es tan generoso el capitalismo que, además de mascar chiclets, permite la libertad de los seres humanos?
Sea como fuere, ganancias inauditas se levantaron sobre el hábito de mascar el chiclets de Belice o acullicar la coca andina. ¿Se trata de rituales inocentes o de plataformas de vicios redondos por lucrativos?
Con chiclets de Belice o con coca andina, nada debería impedirnos caminar sin perder el equilibrio y la dignidad, virtud que el socarrón de Johnson echaba de menos en su amigo Gerald Ford.