- Como si fueran dados lanzados sobre una mesa de vidrio, así se nos presentan las circunstancias de la vida. No importa cómo los tiremos, pues podremos ver cualquiera de los números, variando nuestra perspectiva.
- En la vida hay personas que sólo ven los números bajos y otras que siempre ven los números altos.
- Cuentan que un rey tenía un criado que, ante circunstancias adversas, siempre decía: “qué bueno, qué bueno, qué bueno”. Un día de cacería el rey se cortó un dedo del pie y el consejero exclamó: “qué bueno, qué bueno, qué bueno”.
- El rey, cansado de esta actitud, lo echó y el consejero respondió: “qué bueno, qué bueno, qué bueno”. Tiempo después, el rey fue capturado por una tribu de indígenas para sacrificarlo ante su dios. Cuando lo preparaban para el ritual, vieron que le faltaba un dedo del pie y decidieron que, al estar incompleto, no era digno para su divinidad; y lo dejaron en libertad.
- El rey recordó las palabras del criado y pensó: “qué bueno que haya perdido el dedo gordo del pie, de lo contrario ya estaría muerto”.
- Mandó llamar a palacio al criado y se lo agradeció. Pero antes le preguntó por qué dijo “qué bueno” cuando fue despedido. El consejero respondió: “si no me hubiese echado, habría estado con usted y como a usted le habrían rechazado, a mí me hubieran sacrificado”.
- La vida es como un laberinto con muchos caminos por tomar. Podemos aferrarnos en ir en una determinada dirección, marcada por las circunstancias son difíciles que atravesamos. Pero hay que tomar una actitud como la del consejero de la historia: positiva y de desapego.
- Así, la próxima vez que te enfrentes a una dificultad podrás decir como el consejero del rey: “qué bueno, qué bueno, qué bueno” (pensando que algo bueno podrás sacar de ella).
El Equipo de PsicoAyuda
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