La vida moderna esta obligatoriamente sujeta a cambios. Muchos de estos procesos, involuntarios a nosotros mismos, nos pueden alegrar con mayor o menor fortuna, de ahí que nos empeñemos con firmeza en provocar a consciencia cambios en nuestro entorno que no tienen otro objetivo que hacernos dueños del espacio y el contexto en que vivimos.
Una de estas acciones más comunes se produce en nuestras viviendas. Un ser humano transforma, aunque parezca por placer, su hábitat cotidiano. En realidad esta acción forma parte del dominio ancestral que ejercen el hombre y la mujer en sus dominios. A través de la historia hay muchos ejemplos que demuestran este ejercicio del poder. La primera y mas notable transformación de que se tiene noticia es la pintura rupestre, es innegable la metamorfosis sufrida por los espacios habitacionales –entiéndase cuevas- una vez se llenaron sus paredes con estos símbolos, si porque a simple vista no son mas que eso, pero si nos detenemos y profundizamos solo unos centímetros mas, nos daremos cuenta que el hombre primitivo dejo de ser mas salvaje cuando lleno sus ojos de imágenes y empezó a creer en la belleza de las formas.
La primera y más importante función del arte, de cualquiera de sus manifestaciones, es entretener, esta es una verdad tan grande como un templo. El primer dibujo realizado en la pared de una cueva hace miles de miles de años, ya fuera por un hombre o una mujer primitivos (yo me inclino mas por esta ultima y en otros artículos explicare mi teoría), nos convirtió en seres mutantes, exploradores constantes de la belleza, inconformes con el estatismo y el tedio, es decir, nos permitió que hoy nos convirtiéramos, unos con mayor suerte y conciencia que otros, en renovadores del alma.
Muchas gracias hombres y mujeres antiguos.
Ricardo de Santiago Sanchez.
