El electroimán mejora al imán en que el imán tiene un magnetismo permanente con un campo magnético constante y en el eletroimán el campo magnético se puede variar controlando la cantidad de corriente eléctrica aplicada. El electroimán tiene el inconveniente que necesita una fuente de corriente continua para producir el campo magnético.
En un electroimán, al pasar la corriente por la bobina, las regiones magnéticas del núcleo se alinean según el campo magnético, produciéndose un aumento del campo magnético. Al aumentar la corriente se van alineando más regiones hasta un máximo en que se alinean todas, se llegaría a la saturación. Una vez se llega a la saturación si seguimos aumentando la corriente eléctrica el campo magnético se incrementa en valores muy pequeños.
En ciertos tipos de materiales algunas regiones magnéticas (dominios) puede alinearse por si solos. En esta situación una porción del campo magnético que se cree seguirá estando activo una vez retiremos la corriente eléctrica, haciendo que el núcleo sea un imán permanente. Es lo que se denomina como remanencia, y es debida a la histéresis del material del núcleo. Si a la bobina le aplicamos una corriente de tipo alterna y decreciente y retiramos el núcleo y lo golpeamos o lo calentamos a cierta temperatura hará que se reorientes los dominios, produciéndose una desaparición del campo residual.
Cuando no se necesitan campos magnéticos que varíen, los imanes permanentes suelen tener prestaciones superiores a los electroimanes. Además a igual tamaño un imán permanente tiene la posibilidad de tener más potencia que un electroimán.