DE LA AUTOCALIFICACIÓN A LA AUTOEVALUACIÓN
Aunqu e conceptualmente estos dos términos no se refieran al mismo hecho, e incluso pertenezcan a ámbitos contrapuestos, la autoevaluación surge a partir de pensar en cómo calificar a los alumnos. La calificación, por su naturaleza, es un hecho valorativo. En él se da importancia o prioridad a unos aspectos sobre otros, por lo que, en definitiva, se convierte en un acto subjetivo. Aceptar esto supone, implícitamente, reconocer que hay otros puntos de vista, otras interpretaciones, al valorar una determinada actuación. En la realidad del aula, la idea de la autocalificación nace, para ser sinceros, al surgir desacuerdos con los alumnos en las calificaciones que eran decididas unilateralmente por el profesor. Era ante la desavenencia concreta cuando se daban explicaciones, razones, argumentos, para justificar la decisión -la calificación- tomada.
Sin embargo, el flujo continuo de información que se proporcionaba todas las semanas servía, tanto para que el profesor formara un juicio sobre la marcha escolar de los alumnos, como para que éstos forjaran una opinión sobre su actuación curricular. La diferencia estriba justamente en la esencia de lo que supone calificar. Mientras el profesor da prioridad a unos aspectos, el alumno otorga importancia, da más valor, a otros. Como consecuencia del reconocimiento explícito del otro punto de vista en algunos de los alumnos, es, en aquel momento, cuando se tuvo que dar esa misma oportunidad a todos en general. De ahí partió la iniciativa de realizar una entrevista para calificar.